HALLOWEEN. Soy miedosa por naturaleza. Me da miedo la oscuridad, andar por un parking sola durante la noche, los ruidos extraños que hay en mi casa y las fiestas de máscaras (por aquello de no ver los rostros que hay detrás de ellas). Por supuesto, de las pelis de miedo para qué hablar. Vivo rodeada de gente a la que le encantan las pelis de terror y yo, es oír la musiquita tétrica del principio y salgo disparada del salón con la excusa de que tengo algo más importante que hacer. En una ocasión, mi chico me obligó a “disfrutar” de El Resplandor y en serio, ¡no sé cómo mi corazón y los vecinos pudieron soportarlo! Me pasé las dos horas que duró la peli acurrucada en el sofá, escondida detrás de una manta de ganchillo que me permitía ver lo justo, dando gritos sin parar. Todos dicen que soy muy exagerada, pero lo cierto es que cuando siento miedo se me revuelve el estómago, me entra sudor frío, soy incapaz de dormir sin que alguna pesadilla se instale esa noche en mi cabeza, así que digo yo, ¡para qué pasarlo mal pudiendo evitarlo! Supongo que mis miedos vienen de lejos y en más de una ocasión le he preguntado a mi madre si de pequeña sufrí algún episodio que pudiera traumatizarme hasta justo el día de hoy y ella, muerta de risa, me dice que nací siendo miedica. En fin, qué le voy a hacer… Tendré que seguir soportando las bromas de los míos cuando me pillan desprevenida y me asustan deliberadamente, tendré que seguir acelerando el paso cuando entro en un parking y "siento" que alguien me sigue por detrás y tendré que seguir aguantando la noche de Halloween, en la que prefiero quedarme en casa con todas las persianas bajadas para que nada ni nadie me recuerde que es noche de brujas y vampiros.
