ALIMENTOS ECOLÓGICOS VS. ALIMENTOS CONVENCIONALES

¿MITO O REALIDAD? Con todo este revuelo que se formó a finales del año pasado, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró cancerígena la carne procesada y la carne roja probablemente carcinógena, la alerta en todos los hogares españoles se activó de manera preocupante. Si a esto añadimos las informaciones que se dieron acerca de que la carne procesada como salchichas, hamburguesas, embutidos y demás productos cárnicos se incluía dentro del grupo de sustancias más peligrosas para la salud junto con otros componentes como el humo del tabaco, el alcohol, el plutonio o el aire contaminado, estas declaraciones terminaron de acojonar al personal. La OMS denominó carne procesada a “cualquier tipo de carne que hubiera sido transformada con sal, curación, fermentación y ahumado para mejorar el sabor y preservar el alimento” y definió la carne roja como “la que provenía del músculo de cualquier mamífero, incluyendo vacuno, cordero, cerdo, caballo y cabra”. ¡Hasta el jamón de jabugo se vio afectado por el escándalo!

El cáncer y la alimentación

El estudio que hizo la ONU evidenciaba que el consumo de este tipo de carne procesada se asociaba con una mayor incidencia del cáncer colorrectal o cáncer de estómago. De hecho, los estudios calculaban que el consumo diario de 50 gramos de carne procesada aumentaba el riesgo de cáncer en un 18%, por supuesto, debiendo ser el consumo continuo y durante años para tener este efecto. Con semejantes revelaciones, al sector alimentario en general y al cárnico en particular se le debieron poner los pelos como escarpias solo de pensar cómo les afectaría económicamente este fatal suceso. Por supuesto, el impacto en la opinión pública no se hizo esperar. Durante las primeras semanas, los consumidores evitamos a toda costa comprar carne roja, embutidos y carnes procesadas y como consecuencia de ello, las OMS fue acusada en nuestro país de hundir las ventas de carne y charcutería en casi un 10% durante los meses siguientes al anuncio.

Al poco tiempo llegó la Navidad. Y lógicamente, con el espíritu navideño en pleno auge se nos fueron olvidando las advertencias que hasta hacía solo unas semanas nos habían hecho tanto la OMS como la ONU, y volvimos a incluir en nuestra cesta de la compra carnes procesadas y embutidos. Hoy, solo tres meses después la pregunta que se me ocurre hacer es, ¿ya se nos han olvidado aquellas advertencias y volvemos a consumir carnes procesadas y carnes rojas con la misma habitualidad que antes?, ¿seguimos dejando que nuestros hijos disfruten de hamburguesas o perritos calientes elaboradas con las mismas carnes procesadas que hace tan solo unos meses atrás eran consideradas potencialmente cancerígenas? No hace falta que responda, ¿verdad? La respuesta es más que obvia.

Pesticidas y herbicidas químicos en las cosechas

No soy médico ni nutricionista, pero no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que la comida que ingerimos, algo o mucho tiene que ver en el desarrollo de enfermedades graves como el cáncer, las alergias e intolerancias que cada vez más se manifiestan en nuestra sociedad. Además, según algunos expertos en nutrición, gran parte de las enfermedades degenerativas también tienen su origen en la alimentación. 

Toda clase de aditivos químicos están presentes en la mayoría de alimentos que consumimos: hormonas, edulcorantes, estabilizadores, espesantes y gelificantes, antioxidantes, colorantes y conservantes, siendo éstos los máximos responsables de que el alimento fresco se conserve durante más tiempo y tenga un aspecto más saludable, casi artificial. Por ejemplo, me llama mucho la atención cuando veo tomates expuestos en el escaparate de la frutería, todos del mismo tamaño, con un color rojo intenso y sin apenas imperfecciones ni marcas en su piel. Son tan apetecibles que dan ganas de comérselos allí mismo. Sin embargo, cuando llegas a casa y preparas una buena ensalada, te sueles llevar una gran desilusión porque esos mismos “tomates perfectos” no saben a nada. ¿A qué se debe esto? Parece ser que el principal motivo del descenso del sabor y el olor de los alimentos se debe a la forma de producción, que los “trata químicamente” para que sean más resistentes a las plagas, al transporte e incluso se manipulan genéticamente para que crezcan con un aspecto mucho más atrayente. Por otro lado, la mayoría de las frutas y verduras que consumimos se recolectan todavía verdes y se dejan madurar en cámaras frigoríficas, logrando así una mayor producción, pero de una calidad muy inferior.

Hormonas de crecimiento en los alimentos

Quizás por esto, en los últimos años se ha desarrollado una nueva tendencia e incluso una nueva forma de vida que ha pasado a denominarse cultura o alimentación ecológica, biológica u orgánica. Se denomina alimento ecológico, biológico u orgánico al producto agrícola o agroindustrial que se produce bajo un conjunto de procedimientos denominados “orgánicos”, que evitan los pesticidas y herbicidas químicos, las hormonas de crecimiento y los fertilizantes artificiales, consiguiendo productos mucho más naturales. Los productores de alimentos orgánicos están obligados a usar únicamente agroquímicos autorizados y no se pueden utilizar para su producción semillas o plantas transgénicas. Frutas, verduras, lácteos, carnes, cosméticos e incluso productos de limpieza son algunos de los productos que ofrecen.

La producción ecológica persigue los siguientes objetivos:

• Asegurar un sistema viable de gestión agraria que respete los sistemas, ciclos naturales, preserve y mejore la salud del suelo, el agua, las plantas, los animales y el equilibrio entre ellos.
• Contribuir a alcanzar un alto grado de biodiversidad, impulsando la variedad genética de las especies y con ello la riqueza de los paisajes de cultivo.
• Hacer un uso responsable de la energía y los recursos naturales, reduciendo emisiones y contaminantes, respetando el medio ambiente.
• Cumplir rigurosas normas de bienestar animal que respondan a las necesidades de comportamiento propias de cada especie: trabajar con razas autóctonas del país, criar los animales al aire libre, alimentándolos con leche materna hasta los 8 meses y continuando su alimentación con forrajes ecológicos sin fertilizantes, pesticidas ni transgénicos.
• Evitar el uso de antibióticos, hormonas, aditivos y estimulantes de ningún tipo para acelerar el crecimiento y engorde de los animales.
• El tratamiento veterinario que se dispensa al ganado, salvo excepciones, es en muchas ocasiones homeopático, cuidándose los animales de forma preventiva. Además, se realiza su sacrificio de manera que se eviten situaciones de estrés para reducir las toxinas de la carne.
• Obtener productos de alta calidad, con buen sabor, ya que al ser elaborados de forma más artesanal y cuidadosa se consigue recuperar los gustos originales y tengan mejor aroma, color y sabor.
• Reducir el consumo de aditivos y conservantes mediante el uso de la agricultura biológica: separando semillas, siembra y cosecha de los productos de estación, controlando las plagas a través de la rotación de campos y utilizando abonos biológicos para la fertilización.
• Seguridad de los alimentos, sin manipulación de genes. En este tipo de agricultura no se autorizan los organismos genéticamente modificados, conduciéndola así a una uniformidad y erosión genética, lo que se traduce en una pérdida de variedad, con grandes extensiones de un mismo cultivo.

Cesta de diferentes alimentos ecológicos 

Por supuesto, alrededor de la alimentación orgánica y convencional existen múltiples debates, pero lo cierto es que los productos orgánicos cuentan con muchos beneficios para el organismo:

• No tienes que preocuparte por los residuos de pesticidas que pueden permanecer en el producto que comas.
• Tampoco por la ingestión de grandes cantidades de antibióticos y hormonas de crecimiento con las que se alimentan los animales, ni tampoco de las enfermedades de estos animales.
• Los alimentos orgánicos contienen muchos nutrientes. La razón es que los métodos de cultivo convencionales reducen el contenido de vitaminas y minerales en los alimentos por el agotamiento de los suelos debido al uso excesivo de fertilizantes artificiales que producen hinchazón con agua, reduciendo las cantidades de nutrientes por volumen.
• Los alimentos orgánicos simplemente saben mejor, aunque por supuesto, no hay manera de probar tal afirmación.
• Los alimentos orgánicos son más caros que los convencionales, pero también son de mejor calidad.
• El gobierno regula la industria de alimentos orgánicos para asegurar que los agricultores convencionales no puedan etiquetar sus productos como orgánicos a fin de elevar el precio.
• A favor de los alimentos orgánicos se indican a menudo beneficios de tipo ambiental, un mayor favorecimiento a pequeños productores locales (principales productores de la agricultura biológica) y evitan la manipulación de productos químicos peligrosos por parte de los agricultores, pues la exposición a altas concentraciones de ciertos pesticidas puede ocasionar daños en el sistema nervioso, riñones, hígado y cerebro.

En general, sabremos que un alimento es ecológico:

• Por su apariencia física. Ya que resultan menos vistosos y perfectos que los convencionales, siendo lo más importante su contenido nutritivo.
• Conservación o vida útil. La vida útil de un alimento ecológico resulta algo inferior dependiendo del caso, por no incluir conservantes.
• Precio. Los alimentos ecológicos resultan más caros que los convencionales, porque los sistemas de producción son más lentos y las necesidades de mano de obra mayores.

Después de leer muchos artículos en Internet sobre los alimentos orgánicos y convencionales solo puedo decir que hay opiniones para todos los gustos. Algunos estudios que tratan de explicar las diferencias sustanciales entre estos tipos de alimentos explican que no se ha podido demostrar científicamente que una exposición crónica a las cantidades de pesticidas encontrados en las comidas resulte en una toxicidad demostrable. A pesar de que algunos estudios han demostrado a través de análisis químicos que frutas y verduras de forma orgánica contienen menores niveles de pesticidas, la importancia de estos resultados en un reducción real de riesgos para la salud es discutible dado que tanto alimentos orgánicos como convencionales, generalmente contienen niveles de pesticidas muy por debajo de las recomendaciones de seguridad. Los alimentos orgánicos son promocionados por ciertos sectores que ven en la agricultura convencional un método insostenible de producción o consideran que la producción orgánica es más sana. En la mayoría de los casos, los rendimientos de los cultivos orgánicos son sustancialmente menores que en el caso de la agricultura convencional, pudiendo llegar a ser hasta la mitad, por lo que para producir la misma cantidad de comida sería necesario reclamar una mayor cantidad de bosques y espacios naturales.

Yo personalmente me quedo con la idea de que los alimentos ecológicos son lo que parecen. Es cierto que son más caros, pero también creo que son más saludables y nutritivos, ya que objetivamente contienen menores cantidades de residuos de metales tóxicos y de pesticidas que los alimentos convencionales y eso es para mí, en los tiempos que corren, todo un logro. Y vosotros, ¿qué opinas de la alimentación orgánica?