viernes, 15 de mayo de 2015

NATILLAS CON FRUTOS ROJOS

RECUERDOS DE NIÑEZ. No sé si os pasará los mismo que a mí, pero al igual que muchas canciones me recuerdan a diferentes etapas de mi vida, con el tema de las comidas me pasa tres cuartas partes de lo mismo. Si alguien me preguntara a qué huele mi niñez, lo tendría muy claro: a dulce. Los postres, como en este caso las natillas, los asocio siempre a mi infancia. 

Qué cosas más raras le pasan a esta mujer, os preguntaréis. Pues sí. Tenéis razón. Pero todo tiene su explicación. Cuando mi hermano y yo éramos pequeños, supongo que éramos niños normales (faltaría más), muy monos, muy simpáticos, como todos. Pero si había algo por lo que llamábamos especialmente la atención era porque teníamos un físico tan delgaducho, que parecía que habíamos hecho huelga de hambre desde prácticamente el día que nacimos. No sé cómo definirnos, la verdad. Éramos esqueletitos andantes, con solo un poquito de piel recubriendo nuestros pequeños cuerpos. Todo huesos, vaya. 


Mi madre, la pobre, debía pasarlo fatal cuando la gente le preguntaba por nuestra extrema delgadez. Estoy segura de que más de uno debió pensar que era la bruja piruja, pero nada más lejos de la realidad. Ella, siempre preocupada por este tema, nos obligaba a pasar revisiones médicas cada dos por tres, con el pleno convencimiento de que algo debía pasarnos y de paso descartar posibles enfermedades, virus, alergias, etc. Pero por más que se esforzara, el hecho era que estábamos más sanos que la leche. Los médicos, intentando calmar su inquietud, le recordaban una y otra vez la suerte que tenía de tener dos hijos con una constitución tan agradecida. Pero ella, cabezota donde las haya y con el único objetivo de que cogiéramos unos kilitos, nos deleitaba día sí y día también con toda clase de menús super atractivos que atrajeran nuestra atención, con el único propósito de que, como decía ella “comiéramos algo”

Así que, durante aquéllos años, recuerdo llegar a casa cada tarde con mi hermano, después del cole, y subir las escaleras a todo correr mientras nos iba llegando el aroma de algo muy rico recién cocinado por mamá (no sólo llegaba a nuestras pituitarias, también a las de algunos vecinos, que más de una vez se acercaban por casa a ver qué pillaban). 

Mi hermano estará de acuerdo conmigo en que nuestra niñez huele a flan, natillas, yogures de yogurtera de todo tipo de sabores, helado y polos de frutas naturales hechos en un robot de cocina, arroz con leche, bizcochos de limón, galletas de chocolate, tarta de queso, magdalenas, rosquillas, batidos multisabores, tarta de manzana…

Mi niñez, por supuesto, se ha quedado atrás hace ya mucho tiempo. Y esa "constitución tan agradecida", también (aunque no puedo quejarme). Pero si hay alguien que no ha cambiado en absoluto es mi madre, que fiel a su lema de toda la vida "tenéis que comer", sigue cocinando experimentos nuevos a todas horas y no hay día que llegues a casa y desde la cocina la oigas decir: "Acabo de sacar del horno una tarta nueva. No sé cómo ha salido. ¿Quieres un trocito y un té mientras charlamos?". Y es que en mi casa las penas, las alegrías, las discusiones, las fiestas, los cumpleaños siempre se debaten y celebran en la cocina, en torno a una mesa llena de cosas ricas. Tenemos esa suerte. Qué le vamos a hacer.


Hoy, en recuerdo de "aquéllos maravillosos años" os traigo una receta de natillas caseras, a las que voy a añadir unos frutos rojos naturales para darles un toque más sano y diferente. 

La importancia nutricional del consumo de los frutos rojos se ha demostrado científicamente, pues poseen una sobrecarga muy importante de antioxidantes, como las antocianinas, ayudando a aumentar los niveles de protección frente a la oxidación, además de proteger los vasos sanguíneos y el sistema neurologico. En general, cuanto más pigmentado es el fruto, mayor valor nutricional tiene. Son protectores frente a las alergias, ayudan a reducir la presión arterial, disminuyen  el colesterol y protegen el sistema cardiovascular.

Por su parte, las natillas son un postre lácteo, una crema elaborada con leche, yemas de huevo y azúcar, aromatizadas con vainilla, canela o limón. Aunque se desconoce su origen exacto, su nacimiento suele situarse en los conventos de monjas europeos. Esta teoría presenta coherencia debido a la naturaleza sencilla de su elaboración, su reducido coste y su riqueza alimentaria basada en grasas animales y proteínas. Otras teorías apuntan su origen en la repostería francesa, durante el siglo XVIII, aunque lo cierto es que ya se conocía la existencia de este postre en la República Romana. Sea como fuere, las natillas aportan gran cantidad de nutrientes. Son una fuente muy importante de calcio, ayudando a mantener sanos y fuertes los huesos, aportan un extra de energía y además son muy ricas en vitaminas y minerales. 100 gramos de natillas contienen sólo 103 calorías; 2,9 gramos de grasas; 15,4 de carbohidratos y 3,7 gramos de proteínas. Está recomendado especialmente en personas con una actividad física moderada-alta y en los niños, ayudándoles a crecer.

¡Vamos a por la receta!


INGREDIENTES:
1 litro leche
8 cucharadas de azúcar
8 yemas de huevo
1 vaina vainilla
1 canela en rama
1 limón
1 cucharada Maicena (fécula de maíz)
Azúcar glas
1 puñado frutos rojos naturales
PREPARACIÓN:
  • En un cazo a fuego medio (nunca fuerte), incorporar la leche con parte de la piel del limón, previamente lavada y cortada, sin llegar a la zona blanca (porque amarga), la vaina de vainilla abierta y la canela en rama para que se vayan emulsionando los aromas hasta que comience a hervir. En ese momento, apartar del fuego y dejar templar. 
  • En un bol grande, mezclar bien el azúcar con las yemas y la maicena (que actúa como espesante), con ayuda de unas varillas. 
  • Añadir poco a poco la leche (previamente colada con un colador) y remover. 
  • Volver a incorporar la mezcla al cazo y poner de nuevo a hervir, a fuego medio/bajo, sin dejar de remover para que no se pegue durante unos 10'. 
  • Repartir la mezcla en boles individuales y dejar enfriar un rato. 
  • Incorporar los frutos rojos, echar un poco de azúcar glas por encima e introducir en la nevera para que cuajen, durante 3 o 4 horas mínimo. 

On egin! (¡Buen provecho! en euskera). Nos leemos el próximo lunes.

P.D.: Si queréis escribir algún comentario o compartir esta receta en las redes sociales, podéis hacerlo un poquito más abajo. ¡Muchas gracias!

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9 comentarios:

  1. Las natillas de toda la vida con fruta natural... Me gusta!!! Mucho más sano y con sabor diferente. Perfectas para mis peques. Marta

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  2. Qué publicación mas tierna, Patricia. A tu madre le alegrará leerlo. Y es verdad lo de los olores en la niñez. Yo también lo tengo claro. Mi infancia huele a botica. Mi familia tiene una farmacia y siempre, después del cole, merendábamos alli con mi madre, que estaba trabajando. Las natillas también me recuerdan a mi infancia, junto con el tradicional flan. Tiene una pinta super buena!! Alicia

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  3. Me encantan las natillas. Nunca las he probado con frutas. Tienen una pinta exquisita. No me las pierdo! Lola

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  4. Qué bonita introducción! A veces emocionas, Patricia. Habrá que probar esas natillas con frutos rojos. Buenísima pinta!

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  5. Que buena pinta tienen esas natillas, Patricia. A veces se agradece algún cambio en los postres tradicionales. Mis hijos te estaràn muy agradecidos. Mañana mismo se las preparo! Lucía

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  6. Me ha encantado la publicación de hoy, Patricia. Bonita historia y buen postre. Sencillo y diferente con el toque de la fruta.

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  7. Qué rico!!! Lourdes

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  8. Le has dado la vuelta a un postre super tradicional en nuestro país, Patricia. Buena combinación. Tiene una pinta estupenda. Paula

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  9. Muchas gracias a todo@s por vuestros comentarios!! No debemos perder de vista los postres tradicionales. Basta con darles un toque diferente de vez en cuando para poder repetirlos una y una vez sin miedo a cansarnos...

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